domingo, 24 de septiembre de 2017

Los cifrados polialfabéticos

                                       Los cifrados polialfabéticos



La criptografía resurgió en la Europa de la Edad Media y el Renacimiento, impulsada por las intrigas del papado y las ciudades-estado italianas. Fue un servidor del Papa Clemente VII, Grabiele de Lavinde, quien escribió el primer manual sobre la materia en el viejo continente. En 1466, León Battista Alberti, músico, pintor, escritor y arquitecto, concibió el sistema de sustitución polialfabética que emplea varios abecedarios, saltando de uno a otro cada tres o cuatro palabras. El emisor y el destinatario han de ponerse de acuerdo para fijar la posición relativa de dos círculos concéntricos, que determinará la correspondencia de los signos.


Un siglo después,
 Giovan Battista Belaso de Brescia instituyó una nueva técnica. La clave, formada por una palabra o una frase, debe transcribirse letra a letra sobre el texto original. Cada letra del texto se cambia por la correspondiente en el alfabeto que comienza en la letra clave. Este cifrado ha llegado hasta nuestros días como "Cifrado Vigenère", ya que su invención fue atribuida incorrectamente al diplomático francés Blaise de Vigenère, contemporáneo de Belaso y autor de famosos tratados sobre criptografía en el S. XVI.
Pero los métodos clásicos mono y polialfabéticos distan mucho de ser completamente seguros. En algunos casos, basta hacer un simple cálculo estadístico para desentrañar los mensajes ocultos. Si se confronta la frecuencia habitual de las letras en el lenguaje común con la de los signos del criptograma, puede resultar relativamente sencillo descifrarlo. Factores como la longitud del texto, el uso o no de más de una clave o la extensión de esta juegan un papel muy importante, así como la intuición, un arma esencial para todo criptoanalista (rompedor de cifrados). En el siglo XIX Friederich Kasiski, un militar prusiano, publicó un ataque basado en métodos estadísticos que rompía los cifrados por sustitución polialfabética.




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